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A 10 años de /la resolución 125, el conflicto que cambió el destino del gobierno de Cristina Kirchner

martes 17 de julio de 2018

El 17 de junio, la Presidente anunció, también por cadena nacional, que la resolución de Lousteau (que había renunciado el 25 de abril) era ahora un proyecto de Ley que sería enviado al Congreso. El Gobierno estaba convencido de que en el Parlamento iba a ganar la batalla.

El gesto de Cristina Fernández, presentado como subordinación del Ejecutivo a las reglas de la democracia, no era tan así: la orden presidencial era que la resolución se aprobara sin que se cambie una coma.

Diputados la aprobó por un margen escaso de siete votos, 129 a 122. Y el 16 de julio, en el Senado, empezó un largo y vehemente debate que duró dieciocho horas y que, antes de la primera votación, se vislumbró como un empate.

Lo sabía el propio Cobos, que como presidente del Senado debía desempatar y que habló con su contrafigura shakespereana de aquella noche, Miguel Ángel Pichetto, jefe del bloque K de senadores, para que hallara la forma de que él no tuviese que desempatar. ¿Le adelantó Cobos que su voto iba a ser contrario? Al menos sí lo hizo con Alberto Fernández, su interlocutor en aquellas horas decisivas. Pichetto ya vivía su propio drama político y personal, al no haber logrado de su bloque todos los votos a favor que él esperaba y que le exigía la Presidente.

El debate entró en un largo cuarto intermedio, supuestamente destinado a definir posiciones y a que Cobos no tuviera que zanjar diferencias. Ya entradas las primeras horas del 17 de julio, el Senado se preparó para votar el proyecto de ley que instauraría las retenciones móviles al sector agropecuario, con el anunciado empate en danza. Cobos había cenado tarde junto a su familia, y en esa intimidad se lamentó del brete en el que lo colocaba el destino. De alguna manera, él se había embretado: había sugerido en una carta pública que el Ejecutivo enviara el proyecto de la 125 al Congreso.

En esas horas, el vicepresidente era el tipo más presionado de la Argentina. El oficialismo le sugirió no volver a la sesión, que asumiera el vicepresidente del Senado, el peronista José Pampuro, que podría “desempatar” llegado el caso tal y como pretendía el Gobierno.

Hasta hoy Cobos tiene la certeza de que el país vivía las previas a una guerra civil. Alguna vez reveló que había enviado custodia policial a las casas de los legisladores que se lo pidieron y que alguno le pidió autorización para entrar armado al recinto.

Nunca dijo si la Presidente o el ex presidente Kirchner lo llamaron, pero sí dijo que no atendió a nadie de los muchos que sí lo llamaron. Algunas fuentes sostienen aún hoy que Cobos atendió los llamados del ministro del Interior, Florencio Randazzo, y de Néstor Kirchner.

Cobos dice a Fernández que debe ser Pichetto quien proponga el cuarto intermedio: El país se incendia, esto va a costar sangre argentina le dice al Jefe de Gabinete, hay una mayoría de la sociedad que está pidiendo que terminemos con este conflicto. Yo voy a planear un cuarto intermedio. Si no, voy a votar en contra.

Pampuro se ofrece entonces como mediador. Le dice a Cobos: Estirá el discurso que yo veo si lo convenzo a Pichetto.

Es entonces, ya en la madrugada del 17, se entabla en el senado un duetto de ópera verdiana más digno del escenario del Colón que del recatado ámbito del Senado.

Habla de su juventud, sacudida por el conflicto con Chile por el Canal de Beagle. Lanza algunas brevas de hermandad. Habla de Malvinas, de su gestión como gobernador de Mendoza, plantea una duda metafísica: Hoy debe ser el día más difícil de mi vida. No sé por qué el destino, la historia, me pone en esta situación.

Recuerda a su abuelo inmigrante, campesino en Chacabuco, vuelve a la necesidad de que el Congreso elabore un acuerdo sobre la 125, consciente de que el vicepresidente deba tomar una decisión que seguramente no traerá la solución que todos están esperando. El largo viaje verbal de Cobos se estira en la madrugada hasta que, previo gesto de impotencia de Pampuro, se encogió de hombros y le mostró las palmas de las manos, Cobos redondeó. Pidió al bloque oficialista un cuarto intermedio y un acuerdo.

Pichetto entonces habló para lanzar una frase simbólica y tremenda. Le dijo a Cobos: Presidente, Jesús les dijo a los discípulos: Lo que haya que hacer, hagámoslo rápido. Lo de Jesús fue más o menos así: era aquella una noche de tensiones, no se le puede pedir a nadie rigor en las citas bíblicas. El Evangelio de Juan (13. 21-27) revela que lo que Jesús dice en la Última Cena, y no a sus discípulos, sino al gran traidor, a Judas Iscariote, al hombre que lo va a vender, es: Lo que vas a hacer, hazlo enseguida. Pichetto intenta suavizar sus palabras: Presidente, ni quisiera estar en su lugar. Pero la afrenta estaba lanzada y definía cómo veía el Gobierno en pleno y el parlamento oficialista a la decisión que Cobos iba a tomar.

Votó el Senado: 36 votos a favor, 36 en contra. Un empate perfecto. Hundido por la responsabilidad, Cobos tomó de nuevo la palabra. La historia me juzgará. No sé cómo. Pero espero que esto se entienda. Soy un hombre de familia, como todos ustedes, con una responsabilidad en este caso. Estoy actuando de acuerdo con mis convicciones. Que la historia me juzgue. Pido perdón si me equivoco Mi voto no es positivo, mi voto es en contra.