viernes 26 de abril de 2024

Rematan una camiseta firmada por Maradona para salvar al bowling de Castelar

sábado 27 de marzo de 2021

Reabrió el histórico Bowling Palo's de Castelar, uno de los pocos que queda en pie en la zona. Fundado en 1970, había cerrado sus puertas en julio pasado por las deudas acumuladas que hoy rondan los dos millones de pesos. Sus vecinos convirtieron la entrada en un santuario, lo despidieron con cartas y mensajes pegados al vidrio. El único que puede conseguir el milagro que no vuelva a cerrar es Diego Maradona.
Desde 1976, lo compró Antonio Valentino, más conocido como el Tano y su mujer Nora Pascualín. Un amante del bowling que arrancó de para palos a los 9 años y tuvo hasta 1986 tres locales en Ciudadela, Moreno y el de Castelar. Tras su muerte, lo continúan su esposa y su hija Romina. Está ubicado en la Segunda Rivadavia 19953, casi enfrente de la estación Castelar. Un clásico del Oeste, el bowling que eligió Diego Maradona para ir a jugar, en la época que estaba internado en la clínica Privada del Parque, un centro psiquiátrico ubicado en Parque Leloir, en el partido de Ituzaingó en el 2004.

Cuando les avisaron no lo podían creer. El 10 había conseguido un permiso del juez y pedía cerrar el bowling para ir a jugar en compañía del médico. Su deseo fue concedido, jugó durante una hora en la línea 5 y prometió volver. En agradecimiento, Maradona le firmó la camiseta de Boca a la hija del dueño. Nora y su hija la conservan como un tesoro.
Rematan una camiseta de Diego Maradona
Consideran que es la única solución posible. El jueves cuando reabrieron eligieron ponerle otro nombre Bowling Castelar by Palo's. Uniendo el nombre original Bowling Castelar con Palo's. Lo conocen todos, desde Ivan Noble que se sentaba en sus mesas a escribir letras, cuando ya era parte de Los caballeros de la Quema, hasta Martín Palermo que vivía en Castelar e iba a jugar al bowling.

Cuando el último día de junio del año pasado, anunciaron el cierre en el medio de la pandemia, la tristeza invadió a los vecinos de Castelar y alrededores. Se acercaron y convirtieron la puerta en un santuario, dejaban sus cartas y contaban sus historias. Los que se rateaban del Colegio Rivadavia que quedaba al lado, casi tres generaciones contaban sus vivencias en el histórico bowling.
Teníamos ocho empleados, logramos llegar a un acuerdo con seis. Julieta es una de las empleadas que quedó, contó a BAE Negocios: “Fue muy duro estar sin trabajar, viviendo de prestado, me llené de deudas, no pude seguir alquilando, mis amigos me acercaban bolsones de comida. Es una alegría poder volver a este bowling que venía desde chica”.
El cartel de alquiler acercó varias propuestas, muchos querían utilizar el local que antes albergó al cine Select para hacer un supermercado chino, pero ninguna de esas opciones fue aceptaba.